jueves, 9 de abril de 2020

AISLAMIENTO: SENTIR INTIMIDAD, ESTANDO EN SOLEDAD - 2° NOTA



Por:  Lic. Cecilia Schatz 
    Psicóloga            
MN 50.418 - MP 95.925 


   En las últimas horas  se habla de  una extensión de la cuarentena: diez días más, acercándonos así al mes de cumplimiento de la misma, 30 días de aislamiento, de cambio de rutinas y de adaptación de nuevas formas de hacer las cosas y del sentir que conlleva….

   Demasiados cambios, demasiado hemos tenido que apelar a nuestro lóbulo frontal ejerciendo al máximo nuestra flexibilidad mental, un buen proceso de toma de decisiones, en cómo hacer mejor las cosas cuidándonos, controlando impulsos para no desquitarnos abruptamente ante la frustración de lo que nos viene impuesto con un “No se puede”, apelando continuamente, en la rutina, a la  resolución de problemas que se nos siguen presentando en el modo de satisfacción de demandas...



   Destacamos el cambio de rutinas: plataformas de estudio con los hijos en casa  en las que somos cuasi docentes, Docentes que deben enseñar de otra manera sin conseguir exactamente los mismos resultados, aumento de compras de alimentos online o por teléfono, tareas domésticas que tal vez antes delegábamos en otro, salidas programadas en tiempo y forma con la consideración de todo el “armamento” que debemos llevar, todo debe ser detalladamente planificado para poder ser organizadamente asimilado y automatizado en el tiempo, videoconferencias y reuniones laborales cibernéticas,  tareas laborales mediadas por la tecnología llevadas a cabo desde casa en un cien por ciento. En este devenir de tareas simultaneas, las nuevas tecnologías nos están facilitando pero también operan como obstáculos en la efectividad del tiempo y forma.



   Por estos mismos obstáculos y mecanicismos que este tipo de  interacción conlleva, las demandas, la satisfacción propia y la del otro son sometidas a un imposible que nos supera y nos frustra… 



   Entonces es que junto a todo esto tenemos dos panoramas sociales: Por un lado, para las familias que conviven juntas, la superposición en un mismo espacio y tiempo de todas las esferas diarias (escuela, trabajo, tareas domésticas, maternidad/paternidad, etc., sufriendo un exceso omnipresente de tareas pendientes). Del otro lado los que habitan solos y sus áreas de sociabilidad y acción se han reducido experimentando lo que llamamos “deprived of human relationships” o sea una privación de las relaciones humanas en el sentido de contacto físico,  PRIVACION EXTRA y de otro ámbito a las que el primer grupo está sometido.



   Es entonces considerando estas dos esferas sociales que tenemos de un lado el “exceso” de todo lo pendiente que si bien altera, nos proporciona un lado positivo que viene dado por el sentimiento de ocupación y sobre todo por el valor de “Utilidad” ante las cosas y ante el otro (hijos, pareja) no disminuyendo el calor de la relaciones humanas y cara a cara  y del otro lado un “declive” de acción y unificación de esta última, no pudiendo mantener de manera continua esta interacción cara a cara, la calidez de las relaciones humanas presenciales, produciendo contrariamente al primer grupo una reducción del sentimiento de utilidad, y un aumento del sentimiento de SOLEDAD.



   Y a esta Soledad como estado y como sentimiento quiero referirme, porque implicar varios aspectos: a) estar solo físicamente, b) al estar solo, sentirse solo y c) Sufrir el estar y sentirse solo  con las consecuencias que todo esto conlleva…



   Se vincula a la soledad con la desprotección y el aislamiento, somos presas de la tendencia neurótica de tratar a la soledad como una desgracia, hay un significado social en este sentido, representado en la cultura como por ejemplo muchos tangos y poesías, etc.


Es la soledad una de las escenas más representativas en la que ubicamos la necesaria importancia de la presencia del Otro en el ser humano. Desde el principio el Otro y los otros tienen esa magnífica importancia, es en torno a ese Otro o esos otros que nos constituimos como individuos, como sujetos y por si fuera poco como desecantes… Por la misma evolución psíquica que debemos transitar desde niños, nuestro psiquismo queda impregnado del valor negativo de esta experiencia, sobre todo en el estado de amenaza, vulnerabilidad y fragilidad, como en el que ahora de adultos estamos atravesando. Como un niño, estar solos nos remite al abandono, a la desprotección y a la vulnerabilidad. La calidez del abrazo, del contacto, cuando un niño está en soledad es lo que lo calma, y como nos enseña el psicoanálisis, uno de los primeros grandes traumas que debemos afrontar es la angustia ante la ausencia/no presencia del Otro.



   El estar solos puede ser vivido como necesidad y satisfacción de nuestro deseo, y esta experiencia no es entonces angustiante. Por el contrario, la soledad deseada es el motor hacia adelante, muchas veces como experiencia de crecimiento. Pero cuando esta soledad va en contra de la satisfacción de  nuestro deseo, solo queda el impulso deseante, el motor del mismo sin posibilidad de encontrar la satisfacción, y solo encontrando el vacío de lo que falta y de lo que no está en lo real. El movimiento hacia adelante se obstaculiza y parecemos “estancados”.



   Es entonces en este último caso donde el estar solos se duplica con el sentirse solos, con las secuelas emocionales que esto representa. Sentirse solo implica sufrir la soledad, sufrir la falta de objeto de satisfacción propia, y sumado a las tareas y rutinas que debemos seguir llevando adelante debemos también encontrar la forma de colmar y satisfacer al que se encuentra detrás de la pantalla.



   Entonces tenemos que encontrar una salida a esta situación: Sabemos que los tiempos, la calidad de tareas realizadas mediante las tecnologías y los tiempos y los espacios concretos en los que en condiciones normales nos desarrollamos, no son los mismos. Sabemos que todo no se puede, que en la satisfacción propia y ajena también hay lugar para ese vacío con el que podemos y debemos encontrarnos y superarlo, reconociendo la limitación del exterior y la limitación propia. Propia de ser seres humanos  y resignificar las experiencias para vivenciarlas de otro modo.



   Una manera propuesta seria la reinterpretación del estado de imposibilidad de hacer lo mejor, de hacer todo bien o de hacer todo como antes, como así también la re significación de los estados de soledad por el sentimiento de intimidad. La intimidad no es soledad, la intimidad es privacidad. Es estar con uno mismo y sentirnos cerca de los otros. Son justamente las tecnologías más usadas en esta época las que nos pueden hacer sentir solos o lejos de los otros. O al permitirnos la continuidad de la comunicación, hacernos sentir en la intimidad y cercanía con los otros. De esta manera, obligados por las circunstancias, en el dialogo cibernético, en la enseñanza a los alumnos y en el cumplimiento (como podamos o como la situación nos lo permita) de las tareas laborales, también podemos estar en compañía y con los otros. Podemos entonces encontrar al mismo tiempo la experiencia de la intimidad con ellos y la intimidad propia en el aislamiento en nuestro hogar, encontrándonos también con el límite propio de lo que nos hace humanos y la limitación impuesta por la realidad siempre imperfecta.



   Debemos  recordar que el mundo, la realidad que tenemos, es para cada uno una realidad sentida, que vemos de acuerdo a la mirada que tengamos y a la significación que impongamos a los hechos que vivimos.



Por lo tanto, Soledad e intimidad no son opciones contrapuestas, son estados y sentimientos dados por la interpretación y significan que les demos a los hechos. 


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Por:  Lic. Cecilia Schatz 
    Psicóloga            
MN 50.418 - MP 95.925 

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